Yo la quería y no quería a nadie más, y el tiempo que pasamos solos fue de mágica maravilla. Trabajé a gusto y juntos hicimos grandes excursiones, y me creí de nuevo invulnerable, y el otro asunto no volvió a empezar hasta que, a fines de la primavera, dejamos las sierras y volvimos a París.
Aquello fue el final de la primera parte de París. París no volvería nunca a ser igual, aunque seguía siendo París, y uno cambiaba a medida que cambiaba la ciudad. Nunca volvimos al Vorarlberg, ni tampoco volvieron los ricos.
París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices.
"París era una fiesta" de Ernest Hemingway